10. LA ENTREVISTA

(La escena muestra el saloncito de una habitación de hotel muy lujosa. En el medio un sofá y a sus lados dos sillones. De la pared cuelgan varios cuadros modernos muy extravagantes. En la mesilla del centro hay un florero con rosas blancas. A la izquierda la entrada a la suite. A la derecha se va al dormitorio. De pie al lado del sillón de la izquierda se encuentra la ASISTENTE, joven y vestida con un traje negro. Por la derecha entra el MAYORDOMO, vestido de traje y corbata y se acerca a la ASISTENTE)

MAYORDOMO.- Buenos días.

ASISTENTE.-  Buenos días.

MAYORDOMO.- Viene usted a entrevistarse con su alteza, si no me equivoco.

ASISTENTE.- Así es.

MAYORDOMO.- Por favor, tome asiento.

ASISTENTE.- (Sentándose) Gracias.

MAYORDOMO.- (Alarmado) ¡Ahí no!

ASISTENTE.- (Levantándose) ¡Perdon!

MAYORDOMO.- Por favor, siéntese en cualquier otro lugar. Debe dejar ese sillón libre.

ASISTENTE.- Entiendo. ¿Manías del príncipe?

MAYORDOMO.- ¡Por supuesto que no! (Se acerca a ella) De su madre.

ASISTENTE.- Ah, ya veo. ¿Es la silla de la reina?

MAYORDOMO.- No, por Dios. La reina no es su madre.

ASISTENTE.- (Atónita) ¿Que la reina no es su madre?

MAYORDOMO.- ¿Me guarda un secreto? Cuando era un bebé le recogimos de una papelera de un centro comercial.

ASISTENTE.- ¡Qué horror! ¿Le abandonaron?

MAYORDOMO.- ¿Qué? ¡No diga tonterías! Su madre era una señora muy despistada. Tiró a su bebé a la basura y se puso a darle el pecho a una servilleta usada.

ASISTENTE.- Oh.

MAYORDOMO.- Total, que la reina se encariñó con el niño y quiso criarlo. A la madre no la hemos vuelto a ver. Seguirá en objetos perdidos en el centro comercial.

ASISTENTE.- ¿Y por qué tienen un sillón vacío por órden suya?

MAYORDOMO.- Porque es tal la bondad de la reina que se empeña en dejar un sillón vacío en cada lugar que visita en recuerdo de la pobre señora.

ASISTENTE.- Entonces el príncipe sabe que la reina no es su madre.

MAYORDOMO.- (Enfadado) ¡No! ¡No lo sabe! ¡Ni lo debe saber!

ASISTENTE.- Pero no entiendo. ¿Por qué me lo ha contado?

MAYORDOMO.- (Se ríe) ¡Porque soy incapaz de guardar un secreto!

ASISTENTE.- Entiendo. ¿Y no le preocupa que no me contrate y sepa su secreto?

MAYORDOMO.- Para nada. Verá, yo no pienso las cosas antes de hacerlas.

ASISTENTE.- Ya veo. Es usted muy espontáneo.

MAYORDOMO.- (Contento) ¡Esa es la palabra!

ASISTENTE.- ¿Y sabe si ha entrevistado a mucha gente?

MAYORDOMO.- Qué va. Usted es la primera. (Mirándola de arriba a abajo muy serio) Y espero que no la última.

ASISTENTE.- Ah…

MAYORDOMO.- (Riéndose) ¡Es broma!

ASISTENTE.- (Contenta) ¡Ah!

MAYORDOMO.- ¡No es para nada la primera! Pero de verdad que quiero que contrate a alguien de una vez.

ASISTENTE.- ¿Lleva mucho tiempo buscando un asistente?

MAYORDOMO.- Sólo cuatro años.

ASISTENTE.- ¿Cuatro años?

MAYORDOMO.- No encuentra a nadie adecuado. Eso sí son manías…

ASISTENTE.- (Preocupada) Vaya…

MAYORDOMO.- (Sonriente) ¡Pero no se preocupe! Iré a avisar al príncipe.

(El MAYORDOMO sale del saloncito y va hacia el dormitorio. Unos instantes después vuelve acompañado del PRÍNCIPE, que viste de etiqueta. La ASISTENTE hace una reverencia y el PRÍNCIPE se acerca a ella. A la pata coja da tres vueltas alrededor de sí mismo)

MAYORDOMO.- (A la ASISTENTE) Es el saludo protocolario…

(La ASISTENTE se pone a la pata coja y da tres vueltas también. El MAYORDOMO se queda de pie cerca de la puerta)

ASISTENTE.- Buenos días, alteza.

PRÍNCIPE.- Buenos días. Y, por favor, prefiero «alteza serenísima».

ASISTENTE.- Por supuesto, alteza serenísima.

PRÍNCIPE.- Por favor, siéntese. En cualquier lugar excepto aquel sillón que debe permanecer desocupado por alguna razón que no alcanzo a comprender (Señala el sillón).

ASISTENTE.- (Sentándose en el sofá) Gracias por recibirme.

PRÍNCIPE.- (Sentándose en el otro sillón) No hay de qué. Bueno, me han dicho que tiene usted mucha experiencia en asistir.

ASISTENTE.- Así es. Nací para asistir. Me encanta. Desde pequeña he sabido que esta era mi vocación. También planeo adiestrar tiburones. En un futuro, por supuesto.

PRÍNCIPE.- Interesante. Y, cuénteme, ¿dónde le informaron de esta entrevista?

ASISTENTE.- Bueno, alteza serenísima, me enteré por el método habitual. Paloma mensajera.

PRÍNCIPE.- ¿Recibió nuestra paloma? ¡Magnífico!

ASISTENTE.- Tienen ustedes unas palomas estupendas.

PRÍNCIPE.- Es verdad. Es nuestro mayor orgullo en el pequeño país de Europa del Este del cual soy príncipe.

ASISTENTE.- Debo decir que habla muy bien español.

PRÍNCIPE.- ¡Es nuestra segunda lengua!

ASISTENTE.- (Extrañada) Oh.

PRÍNCIPE.- Bueno, pasemos a las preguntas interesantes. ¿Está casada?

ASISTENTE.- No.

PRÍNCIPE.- Perfecto. ¿Tiene hijos?

ASISTENTE.- Tampoco.

PRÍNCIPE.- Mejor aún.

ASISTENTE.- He querido centrarme en mi carrera profesional…

PRÍNCIPE.- Oh, claro. Bueno, yo lo digo porque las mujeres casadas y con hijos en mi país no tienen muy buena reputación… Lo cierto es que la tasa de natalidad en los últimos años ha sido preocupante.

ASISTENTE.- Ya supongo.

PRÍNCIPE.- ¿Habla usted la primera lengua de mi país?

ASISTENTE.- Me temo que no. Entiendo que eso pueda serme desfavorable a la hora de optar al puesto.

PRÍNCIPE.- ¡Para nada! Me encantaría introducir en mi país un toque internacional. ¿Cuando hable en inglés sería capaz de poner un acento exótico?

ASISTENTE.- Lo puedo intentar.

PRÍNCIPE.- ¡Maravilloso! ¿Sabe escribir?

ASISTENTE.- Claro.

PRÍNCIPE.- (Serio) Oh. Bueno, no pasa nada. Pues desaprenda.

ASISTENTA.- (Confundida) Vale.

PRÍNCIPE.- ¿Tiene alguna otra habilidad?

ASISTENTA.- Creo que no. Bueno, leer.

PRÍNCIPE.- Bueno, esa quizá sea necesaria en un futuro. Por el momento no se preocupe demasiado de ello.

ASISTENTA.- Perfecto.

PRÍNCIPE.- (Levantándose) ¡Felicidades! ¡Queda usted contratada!

ASISTENTA.- (Extrañada) ¿Sí?

PRÍNCIPE.- ¡Claro que sí! ¡Es usted perfecta para el puesto! El avión saldrá mañana a las nueve. Esté preparada para que le pase a recoger el trineo oficial.

ASISTENTA.- ¿Trineo?

PRÍNCIPE.- Sí, trineo. No tenemos industria automovilística alguna y no nos gusta importar.

ASISTENTA.- (Levantándose) ¿Y por qué ha venido a España a hacer las entrevistas de trabajo?

PRÍNCIPE.- Ya se lo he dicho. Resulta más internacional.

ASISTENTA.- Perdone, alteza serenísima. Estoy un poco confusa. Me dijo antes su mayordomo que no ha conseguido en varios años contratar a nadie.

PRÍNCIPE.- Cuatro años. Es cierto.

ASISTENTA.- ¿Por qué?

PRÍNCIPE.- (Mirando al sillón vacío) Porque a mamá nunca le ha gustado nadie…

(El MAYORDOMO desde la puerta suelta un grito ahogado de la sorpresa)

MAYORDOMO.- ¡Alteza serenísima! ¿Lo sabe?

PRÍNCIPE.- (Enfadado) ¡Claro que lo sé! ¿Que pensabáis? ¿Que no me entero de las cosas?

MAYORDOMO.- ¡Eso era precisamente lo que pensábamos!

PRÍNCIPE.- Pues ya ves que no es así. ¡Por Dios! ¿No te das cuenta de que nuestro país solo tiene doscientos habitantes?

MAYORDOMO.- Pero dejamos a su madre en objetos perdidos…

PRÍNCIPE.- ¡Pues la hemos encontrado!

MAYORDOMO.- No sabe cuánto lo siento, alteza serenísima… Instalaremos a su verdadera madre en palacio cuanto antes…

PRÍNCIPE.- (Sonriendo) Bah, no te preocupes. Si te soy sincero, no me cae muy bien… (Mira al sofá) Lo siento, mamá. A partir de ahora dejas de ser mi amiga imaginaria.

MAYORDOMO.- Ya está, entonces. Todo arreglado.

ASISTENTE.- (En voz baja) Perdón… ¿Me puedo ir?

MAYORDOMO.- Sí, claro. Abajo le espera un tríneo oficial que la llevará a casa.

PRÍNCIPE.- ¡Descanse esta noche! Mañana nos espera un largo viaje en canoa.

ASISTENTE.- ¿No dijo en avión?

PRÍNCIPE.- (Riéndose) ¡En avión dice! No, querida. Pero aprecio su sentido del humor. Adiós.

ASISTENTE.- Hasta mañana.

(Todos se dirigen a la puerta mientras saltan seis veces dando palmas, el despido protocolario)

 

TELÓN