(La escena muestra el saloncito de una habitación de hotel muy lujosa. En el medio un sofá y a sus lados dos sillones. De la pared cuelgan varios cuadros modernos muy extravagantes. En la mesilla del centro hay un florero con rosas blancas. A la izquierda la entrada a la suite. A la derecha se va al dormitorio. De pie al lado del sillón de la izquierda se encuentra la ASISTENTE, joven y vestida con un traje negro. Por la derecha entra el MAYORDOMO, vestido de traje y corbata y se acerca a la ASISTENTE)
MAYORDOMO.- Buenos días.
ASISTENTE.- Buenos días.
MAYORDOMO.- Viene usted a entrevistarse con su alteza, si no me equivoco.
ASISTENTE.- Así es.
MAYORDOMO.- Por favor, tome asiento.
ASISTENTE.- (Sentándose) Gracias.
MAYORDOMO.- (Alarmado) ¡Ahí no!
ASISTENTE.- (Levantándose) ¡Perdon!
MAYORDOMO.- Por favor, siéntese en cualquier otro lugar. Debe dejar ese sillón libre.
ASISTENTE.- Entiendo. ¿Manías del príncipe?
MAYORDOMO.- ¡Por supuesto que no! (Se acerca a ella) De su madre.
ASISTENTE.- Ah, ya veo. ¿Es la silla de la reina?
MAYORDOMO.- No, por Dios. La reina no es su madre.
ASISTENTE.- (Atónita) ¿Que la reina no es su madre?
MAYORDOMO.- ¿Me guarda un secreto? Cuando era un bebé le recogimos de una papelera de un centro comercial.
ASISTENTE.- ¡Qué horror! ¿Le abandonaron?
MAYORDOMO.- ¿Qué? ¡No diga tonterías! Su madre era una señora muy despistada. Tiró a su bebé a la basura y se puso a darle el pecho a una servilleta usada.
ASISTENTE.- Oh.
MAYORDOMO.- Total, que la reina se encariñó con el niño y quiso criarlo. A la madre no la hemos vuelto a ver. Seguirá en objetos perdidos en el centro comercial.
ASISTENTE.- ¿Y por qué tienen un sillón vacío por órden suya?
MAYORDOMO.- Porque es tal la bondad de la reina que se empeña en dejar un sillón vacío en cada lugar que visita en recuerdo de la pobre señora.
ASISTENTE.- Entonces el príncipe sabe que la reina no es su madre.
MAYORDOMO.- (Enfadado) ¡No! ¡No lo sabe! ¡Ni lo debe saber!
ASISTENTE.- Pero no entiendo. ¿Por qué me lo ha contado?
MAYORDOMO.- (Se ríe) ¡Porque soy incapaz de guardar un secreto!
ASISTENTE.- Entiendo. ¿Y no le preocupa que no me contrate y sepa su secreto?
MAYORDOMO.- Para nada. Verá, yo no pienso las cosas antes de hacerlas.
ASISTENTE.- Ya veo. Es usted muy espontáneo.
MAYORDOMO.- (Contento) ¡Esa es la palabra!
ASISTENTE.- ¿Y sabe si ha entrevistado a mucha gente?
MAYORDOMO.- Qué va. Usted es la primera. (Mirándola de arriba a abajo muy serio) Y espero que no la última.
ASISTENTE.- Ah…
MAYORDOMO.- (Riéndose) ¡Es broma!
ASISTENTE.- (Contenta) ¡Ah!
MAYORDOMO.- ¡No es para nada la primera! Pero de verdad que quiero que contrate a alguien de una vez.
ASISTENTE.- ¿Lleva mucho tiempo buscando un asistente?
MAYORDOMO.- Sólo cuatro años.
ASISTENTE.- ¿Cuatro años?
MAYORDOMO.- No encuentra a nadie adecuado. Eso sí son manías…
ASISTENTE.- (Preocupada) Vaya…
MAYORDOMO.- (Sonriente) ¡Pero no se preocupe! Iré a avisar al príncipe.
(El MAYORDOMO sale del saloncito y va hacia el dormitorio. Unos instantes después vuelve acompañado del PRÍNCIPE, que viste de etiqueta. La ASISTENTE hace una reverencia y el PRÍNCIPE se acerca a ella. A la pata coja da tres vueltas alrededor de sí mismo)
MAYORDOMO.- (A la ASISTENTE) Es el saludo protocolario…
(La ASISTENTE se pone a la pata coja y da tres vueltas también. El MAYORDOMO se queda de pie cerca de la puerta)
ASISTENTE.- Buenos días, alteza.
PRÍNCIPE.- Buenos días. Y, por favor, prefiero «alteza serenísima».
ASISTENTE.- Por supuesto, alteza serenísima.
PRÍNCIPE.- Por favor, siéntese. En cualquier lugar excepto aquel sillón que debe permanecer desocupado por alguna razón que no alcanzo a comprender (Señala el sillón).
ASISTENTE.- (Sentándose en el sofá) Gracias por recibirme.
PRÍNCIPE.- (Sentándose en el otro sillón) No hay de qué. Bueno, me han dicho que tiene usted mucha experiencia en asistir.
ASISTENTE.- Así es. Nací para asistir. Me encanta. Desde pequeña he sabido que esta era mi vocación. También planeo adiestrar tiburones. En un futuro, por supuesto.
PRÍNCIPE.- Interesante. Y, cuénteme, ¿dónde le informaron de esta entrevista?
ASISTENTE.- Bueno, alteza serenísima, me enteré por el método habitual. Paloma mensajera.
PRÍNCIPE.- ¿Recibió nuestra paloma? ¡Magnífico!
ASISTENTE.- Tienen ustedes unas palomas estupendas.
PRÍNCIPE.- Es verdad. Es nuestro mayor orgullo en el pequeño país de Europa del Este del cual soy príncipe.
ASISTENTE.- Debo decir que habla muy bien español.
PRÍNCIPE.- ¡Es nuestra segunda lengua!
ASISTENTE.- (Extrañada) Oh.
PRÍNCIPE.- Bueno, pasemos a las preguntas interesantes. ¿Está casada?
ASISTENTE.- No.
PRÍNCIPE.- Perfecto. ¿Tiene hijos?
ASISTENTE.- Tampoco.
PRÍNCIPE.- Mejor aún.
ASISTENTE.- He querido centrarme en mi carrera profesional…
PRÍNCIPE.- Oh, claro. Bueno, yo lo digo porque las mujeres casadas y con hijos en mi país no tienen muy buena reputación… Lo cierto es que la tasa de natalidad en los últimos años ha sido preocupante.
ASISTENTE.- Ya supongo.
PRÍNCIPE.- ¿Habla usted la primera lengua de mi país?
ASISTENTE.- Me temo que no. Entiendo que eso pueda serme desfavorable a la hora de optar al puesto.
PRÍNCIPE.- ¡Para nada! Me encantaría introducir en mi país un toque internacional. ¿Cuando hable en inglés sería capaz de poner un acento exótico?
ASISTENTE.- Lo puedo intentar.
PRÍNCIPE.- ¡Maravilloso! ¿Sabe escribir?
ASISTENTE.- Claro.
PRÍNCIPE.- (Serio) Oh. Bueno, no pasa nada. Pues desaprenda.
ASISTENTA.- (Confundida) Vale.
PRÍNCIPE.- ¿Tiene alguna otra habilidad?
ASISTENTA.- Creo que no. Bueno, leer.
PRÍNCIPE.- Bueno, esa quizá sea necesaria en un futuro. Por el momento no se preocupe demasiado de ello.
ASISTENTA.- Perfecto.
PRÍNCIPE.- (Levantándose) ¡Felicidades! ¡Queda usted contratada!
ASISTENTA.- (Extrañada) ¿Sí?
PRÍNCIPE.- ¡Claro que sí! ¡Es usted perfecta para el puesto! El avión saldrá mañana a las nueve. Esté preparada para que le pase a recoger el trineo oficial.
ASISTENTA.- ¿Trineo?
PRÍNCIPE.- Sí, trineo. No tenemos industria automovilística alguna y no nos gusta importar.
ASISTENTA.- (Levantándose) ¿Y por qué ha venido a España a hacer las entrevistas de trabajo?
PRÍNCIPE.- Ya se lo he dicho. Resulta más internacional.
ASISTENTA.- Perdone, alteza serenísima. Estoy un poco confusa. Me dijo antes su mayordomo que no ha conseguido en varios años contratar a nadie.
PRÍNCIPE.- Cuatro años. Es cierto.
ASISTENTA.- ¿Por qué?
PRÍNCIPE.- (Mirando al sillón vacío) Porque a mamá nunca le ha gustado nadie…
(El MAYORDOMO desde la puerta suelta un grito ahogado de la sorpresa)
MAYORDOMO.- ¡Alteza serenísima! ¿Lo sabe?
PRÍNCIPE.- (Enfadado) ¡Claro que lo sé! ¿Que pensabáis? ¿Que no me entero de las cosas?
MAYORDOMO.- ¡Eso era precisamente lo que pensábamos!
PRÍNCIPE.- Pues ya ves que no es así. ¡Por Dios! ¿No te das cuenta de que nuestro país solo tiene doscientos habitantes?
MAYORDOMO.- Pero dejamos a su madre en objetos perdidos…
PRÍNCIPE.- ¡Pues la hemos encontrado!
MAYORDOMO.- No sabe cuánto lo siento, alteza serenísima… Instalaremos a su verdadera madre en palacio cuanto antes…
PRÍNCIPE.- (Sonriendo) Bah, no te preocupes. Si te soy sincero, no me cae muy bien… (Mira al sofá) Lo siento, mamá. A partir de ahora dejas de ser mi amiga imaginaria.
MAYORDOMO.- Ya está, entonces. Todo arreglado.
ASISTENTE.- (En voz baja) Perdón… ¿Me puedo ir?
MAYORDOMO.- Sí, claro. Abajo le espera un tríneo oficial que la llevará a casa.
PRÍNCIPE.- ¡Descanse esta noche! Mañana nos espera un largo viaje en canoa.
ASISTENTE.- ¿No dijo en avión?
PRÍNCIPE.- (Riéndose) ¡En avión dice! No, querida. Pero aprecio su sentido del humor. Adiós.
ASISTENTE.- Hasta mañana.
(Todos se dirigen a la puerta mientras saltan seis veces dando palmas, el despido protocolario)
TELÓN